Por Con Pluma Papel
Como editorial, recibimos manuscritos constantemente. A nuestras manos llegan textos llenos de personajes inigualables con historias maravillosas… historias que el mundo merece conocer. No obstante, hay un problema muy común en la mayoría de estos textos: los diálogos no se entienden. Sí, así como lo lees. Un error muy frecuente con el que nos hemos topado mientras leemos estos manuscritos es el uso incorrecto del guion y la mala puntuación en los diálogos. Por tal razón, hemos decidido escribir este blog.
Comenzaremos este artículo, explicando lo que es un guion y cuáles son sus funciones. El guion es un signo ortográfico auxiliar en forma de un pequeño trazo horizontal que tiene varias funciones importantes, como la división de sílabas. El mismo no se debe confundir con el signo de menos (−) que es, como decimos en Puerto Rico, “un chinchín más largo” ni con la raya (—), que es el trazo horizontal de mayor longitud.
Si eliges escribir un diálogo en tu novela, no debes utilizar el guion, pues el diálogo no está incluido entre sus usos. Algunos de los usos más comunes del guion son:
Ejemplo: artístico-literario.
Ejemplo: Realizar ejercicios pre- y posoperación.
Ejemplo: lunes-viernes de 8:00-5:00.
La raya, por otro lado, es un signo ortográfico de puntuación en forma de un trazo horizontal largo que puede emplearse de manera simple o doble. Cuando se utilice como signo doble, sus respectivas rayas de apertura y cierre deben ir pegadas a las palabras de los periodos que enmarcan y deben estar separadas por un espacio del elemento que las procede o las sucede (al menos que sea otro signo de puntuación), tal como aparece en el primer ejemplo a continuación.
Este signo ortográfico tiene varios usos, incluyendo:
Ejemplo: Juan quería comer guanábana —que era su fruta favorita—, sin embargo, su mamá le trajo una pera.
Ejemplo: Los países que encabezaron los juegos olímpicos de Tokio fueron:
—Estados Unidos
—China
—Japón
Ejemplo:
—Carmen —susurró Esperanza— creo que estamos perdidas.
En este artículo, nos enfocaremos en el tercer punto: diálogos e intervenciones del narrador. Siguiendo las normas de la Real Academia Española, cuando redactamos diálogos usando rayas, debemos tomar en cuenta los puntos a continuación.
Cuando contamos una historia, utilizamos dos tipos de discursos: el del narrador y el de los personajes. Con el discurso del narrador, le informamos al lector lo que está aconteciendo, construyendo un relato visible que incluye procesos, acciones, escenarios, personajes, tiempos, lugares, entre otras maravillas. En cambio, el discurso de los personajes engloba el acto real de las palabras o pensamientos del personaje.
El diálogo es una de las herramientas literarias más utilizadas para mostrar lo que dice un personaje y cómo lo dice. No obstante, es un recurso técnico tan complejo y exigente que muchas veces terminamos cometiendo graves errores al desarrollarlos. Pero, como dijo el Chapulín, “¡que no panda el cúnico!” que para eso estamos nosotros. Aquí enumeraremos algunas normas básicas para entender el uso de las rayas y la puntuación en los diálogos.
—Ahí vino Juan a dejarte esto.
—¿Cuál Juan?
—Ahí vino Juan a dejarte esto —dijo Esperanza, tirando el paquete en la cama.
—¿Cuál Juan? —respondió Carmen angustiada.
—Juan González, el hijo del Senador. —El cuerpo de Carmen se paralizó al escuchar aquel nombre.
—¡Carmen, parece que has visto un fantasma! —dijo Esperanza, tocándole la cara—. ¿Quieres que te haga un té?
—No te preocupes, tengo agua aquí —respondió Carmen con una cara pálida. Bebió, respiró y, luego, preguntó—: ¿Qué habrá dentro de ese paquete?
—Ayer, estuve en casa de Sonia y escuché cómo Juan planificaba con otro hombre el asesinato de Jorge. Esto fue lo que escuché:
»—Es hora de que el maldito de Jorge pague con su vida —dijo Juan.
»—Estoy de acuerdo. ¡Pongamos manos a la obra! —respondió el otro hombre.
—Sentí tanto miedo que me quedé paralizada. ¿Por qué querrían matar a Jorge si es un muchacho tan educado? Salí corriendo de casa de Sonia sin despedirme. Tenía miedo de que algo le pasara a Jorge, así que le fui a avisar lo que había escuchado. Pero cuando llegué a su casa, no había nadie. Parecía que llevaba vacía hacía días.
»—¿No será que Juan sabe que escuché la conversación y quiere hacerme daño? ¡Típico hijo de politiquero corrupto! ¡Me da mucho miedo abrir ese paquete, Esperanza! ¡No sé qué hacer!
Sigue estos consejos ortográficos y tus personajes entablarán conversaciones que el lector podrá seguir. En Con Pluma Papel, tenemos el servicio de corrección y edición de texto que necesitas. Escríbenos a servicios@conplumapapel.com para más información o llámanos al (787) 249-0061.